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miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿New York se mudó a Buenos Aires?

SOCIEDAD

- Hola, ¿qué vas a llevar?

– Un latte chico.

– ¿Tu nombre?

– Adrián.

– ¿Algo para comer, Adri?


La chica que atiende sonríe. Usa el diminutivo. Pasa el pedido y otra igual de sonriente prepara el café. Adrián, de unos veintiocho años, habla por teléfono de algo que tiene que ver con cuentas y expedientes. “Adri”, lo llama la chica con el café en la mano, en vaso térmico y con su correspondiente tapita. “Adri”, vuelve a llamarlo, ante la falta de respuesta. Adrián de pronto recuerda que espera y agarra el café, que lleva su nombre escrito con letra redonda y aniñada en el borde.

Sale entonces, de cara a Arenales, “Adri” con su saco, su corbata, su I–phone y su vaso térmico en la mano. Bien podría ser un personaje de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, la novela que desnudó el mundo financiero de Nueva York. Pongámosle, podría ser uno más de los legendarios yuppies neoyorquinos.

Pero "Adri" se dirige al subte que lo deja en el microcentro porteño, a metros de la 9 de Julio.En el Starbucks de Alto Palermo son varios los que salen con su vaso en la mano y se pierden en las esquinas. Vasos más grandes o más pequeños, con bombilla o sin ella, con bolsa de cartón en la otra mano los que llevan algo para acompañar.

Es un paisaje que desde hace un año y medio decora algunas de las calles porteñas. Un paisaje que recupera la pose neoyorquina, pero que se asienta en Capital Federal.

Quienes alguna vez la visitaron, le dicen “New” y no “Nueva”. Hay un romance con Nueva York en Buenos Aires. Hay cierta fascinación por esa ciudad tantas veces abordada por Woody Allen (otro de los amores porteños) y tantas veces caminada en la televisión por las piernas esbeltas de las cuatro amigas de Sex and the City. Y es que más allá de los 14407 argentinos que vivían en el estado de Nueva York según el último censo (cifra tomada antes de la gran migración de 2001), son varios los que eligen a la Gran Manzana como lugar para sus vacaciones o para desarrollar sus negocios.

Según María Gabriela Quinteros, del Consulado Argentino en Nueva York, no hay cifras oficiales sobre la cantidad exacta de estos viajeros, pero ya en 2008 los suplementos de viajes nacionales hablaban de un aumento de la cantidad de turistas argentinos y aseguraban que más de 150.000 habían ingresado a la ciudad. Como en la década del noventa Miami fue la meca del turismo argento, en la primera década del nuevo siglo, luego de la crisis de 2001, los viajeros se reincorporan y las luces neoyorquinas se vuelven uno de los principales polos de atracción. En pleno romance, llegó entonces esta ola de costumbres neoyorquinas en territorio porteño.No hay bandejas en Starbucks. La onda es caminar, aunque más no sea hasta la mesa, con el vaso en la mano, como mostraron innumerables veces las series y películas norteamericanas.

Por la mañana se hace difícil encontrar lugar, aunque no es ni por asomo el caos que se generaba en los primeros días de su inauguración, en mayo de 2008, cuando varios hacían cola por ser los primeros en estas pampas en probar ese néctar glamoroso tantas veces promocionado. Ahora no hay tumulto, y se escucha un murmullo cauteloso que a sotto voce suena por debajo de la música chill out que brota de algún lado inexacto.Las mesas se reparten entre señores de traje, mujeres a la moda y algunos adolescentes que hacen sus tareas. Un hombre lee el Buenos Aires Herald acodado en un sillón junto a la ventana.


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