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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad - Triste Bolsillo

SOCIEDAD

Luego de evitar en varias oportunidades las embestidas de mis afectos por realizar las "benditas" compras de Navidad, hoy tuve que dar el brazo a torcer y soportar la aventura típica de las fiestas.

La jornada comenzó bien temprano y con sólo unos minutos me di cuenta que hace tiempo vivimos estos días como la "Semana de las Compras" más que la "Víspera de Navidad".

Los locales son adornanados para la ocasión y los villancicos remixados asoman como música de fondo en cualquier lugar que uno vaya.

La estrategia de ventas y la costumbre lo invitan a uno a sumirgirse bien al fondo de la pileta de un consumismo manifestado en su máxima expresión.

¿Ofertas? Realmente no se donde están. Tampoco soy un iluso que me imaginaba que iba a hacer magia con $100 pesos, pero la verdad que la situación se fue poniendo áspera.

Es rendirse y entregar o ponerse firme y vivir un día en familia pero a pura tensión.

La situación se repitió una y otra vez. Iba acompañado por mi mujer, quien cumplía a rajatablas el paso a paso del manual de las compras.

Marcas destacadas, ropa de primer nivel, múltipes opciones y un elección que se fue dilatando por mucho tiempo. Sinceramente es admirable como las mujeres disfrutan de ese paseo por las vidrieras - comparable con nuestra indescriptible pasión por el fútbol, o como me dicen ellas, 22 idiotas corriendo detrás de una pelota - de revolver los percheros y probarse modelo tras modelo.

En poco tiempo la imagen era clarísima. En cada negocio se apreciaba a los hombres sentados en el primer asiento que encontraban cargando las bolsas conseguidas y esperando la aprobación de su pareja para continuar hasta el próximo objetivo. ¿Es necesario todo esto?

Sí, es verdad, son momentos para compartir en familia, pero ¿tanta ceremonia para comprar unos regalos? Esos no son momentos familiares, eso es caer en la trampa de alguien que nos vendió que lo más importante son los regalos. Pero para ir a comer algo y hacer una pausa no hay tiempo. ¡Qué castigo!

No olvidemos que hay que acordarse de los chicos - quienes son los únicos que realmente mantienen la ilusión de la magia navideña y hasta se esfuerzan las últimas semanas cercanas a la fecha para que Papá Noel los premie - que papá, mamá, hermanos, primos, abuelos, parejas, familia de pareja, sobrinos, algún jefe. Es un presupuesto cumplir con toda esta gente.

¿Una remerita común y corriente de marca reconocida $160? No, ni loco pago eso. Debe tener hilos de oro. Se que es el precio del mercado pero la verdad prefiero los sweaters tejidos por mi madre. Precios siderales para camperas, zapatillas, camisas y todo lo que uno encuentre.

Ante esta situación y habiendo intercalado entre efectivo - para pagar un poquito más barato - y castigar a mis pobres tarjetas, volví a mi querido hogar luego de horas de caminata y un par de discusiones.

A mi no me vengan con que esto es lo más importante. Lo bueno es la comida familiar y pasar un buen momento todos juntos con la excusa de la navidad y limar viejas asperezas.

Obviamente que cuando me preguntaron que quería que me regalara Papá Noel respondí: "El mejor regalo sería que me dejen tranquilo estos días y no me revienten más la tarjeta con toda esta historieta".

Por favor!

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