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lunes, 24 de agosto de 2009

Una pasión que deja de lado los pergaminos


De jugador a entrenador.
La historia nos demuestra que el nivel de exigencia y los cortos plazos que se manejan en el fútbol, llevan a los dirigentes a optar por jugadores de épocas pasadas que brillan más por sus logros obtenidos que por sus aptitudes como directores técnicos, para ocupar un lugar en el banco de suplentes de una selección nacional.


Los resultados son inciertos. Algunos de ellos han cosechado elogios mediante procesos de trabajo que rindieron luego de comienzos auspiciosos que han respaldado su gestión. Tal es el caso de Franz Beckenbauer, quien luego de ser destacado como jugador con los Balones de Oro de 1972 y 1976, confirmó su éxito siendo el entrenador de la Selección de Alemania que conquistó la Copa del Mundo de Italia 1990, y completó su palmarés tras obtener la Bundesliga 1994 y la Copa UEFA de 1996 con el Bayer Munich.

Otros se destacaron en los clubes que dirigieron, como Johan Cruyff con campañas arrolladoras en el Ajax y el Barcelona; y Alfredo Di Stéfano que se alzó con títulos en el Real Madrid, Valencia, River y Boca, pero ninguno de los dos llegó a dirigir un seleccionado.
También se podría citar a Michelle Platini con un discreto paso en la Selección de Francia en 1992, a Luis Suarez que dirigió sin pena ni gloria a España entre 1988 y 1991, y Daniel Pasarella que deslumbró con River Plate en los torneos locales, pero sólo alcanzó los cuartos de final en el Mundial de Francia 1998 con la Selección de Argentina y conquistó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y una de oro en los Juegos Panamericanos.
Más complicada es la situación que le tocó vivir a Hugo Sánchez, con un infructuoso andar con la Selección de México entre 2006 y 2008, sin poder terminar su etapa y Adolfo Pedernera que tuvo buenas y malas experiencias: logró clasificar por primera vez a Colombia para un Mundial en Chile 1962 y luego fracasó con Argentina en las eliminatorias para el Mundial de 1970.

Los casos más llamativos son los de los máximos astros de la historia del fútbol mundial: Maradona y Péle. Ambos han dedicado horas a disputarse el trono de la opinión pública como el mejor jugador de todos los tiempos, pero hasta el 2009 nadie había tenido la posibilidad de ponerse el buzo de entrenador. Recién ahora El Diego tomó el desafió ante una selección argentina necesitaba de carisma, pero hasta ahora es muy prematuro hacer un análisis como saldo de su desempeño.

Entonces, la ecuación no siempre lleva al mismo resultado. Ser considerado un jugador extraordinario no es igual a ser un entrenador de esa categoría. Sin ir más lejos hay que recordar que el único que logró ganar un Mundial como jugador (58´y 62´) y como técnico (70´) es Mario Zagallo.

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