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domingo, 23 de agosto de 2009

Velez campeón en una fecha que tuvo la V de verguenza como protagonista

En un marco muy particular en la vida de los argentinos se definió el Torneo Clausura del fútbol argentino. El camponato quedó en manos de Velez Sarfield que impuso la contundencia y eficacia que manifestó a lo largo del certamen para arrebatarle el título al vistoso equipo de Huracán.
Más allá de la Gripe A, de las recomendaciones para su prevención y las medidas para evitar el contagio, el fútbol hizo la vista gorda ante las 55 víctimas mortales confirmadas por la pandemia y priorizó disfrutar de su propia fiesta en un José Amarfitani sin un solo metro libre que albergó a estadio lleno a los hinchas que saltaron y cantaron bien juntitos para alentar a su equipo.
El partido ofreció más situaciones controvertidas que buen juego. El valorado tiki tiki que supieron proponer los dirigidos por Ángel Cappa estuvo ausente y Velez, fiel a su estilo, concretó una de sus pocas posibilidades para sellar el definitivo 1-0 que Maxi Moralez convirtió para obtener el triunfo y quedarse con el título.
Afuera de la cancha se produjeron los hechos lamentablemente más destacados. Un granizo que detuvo el partido a los 20 minutos del primer tiempo, un par de decisiones polémicas en las que el árbitro y los jueces de línea fueron protagonistas y los hechos violentos que siempre solicitan su espacio. Todo esto opacó una final que prometía más de lo que fue. Tal vez quedará en la retina del espectador a Cappa llamativamente alterado e insultado por la penosa costumbre, que nadie se molesta en regular, de esconder los balones de fútbol para desperdiciar no menos de cinco minutos de juego, ó la imagen de Sebastián Dominguez con sangre en la cara por un corte que le produjo un proyectil que le arrojaron de la tribuna, ó los periodistas agredidos, escupidos e insultados por el público de Huracán.
¿Hasta cuando el amante del fútbol deberá soportar estos hechos? Tal vez el día que en vez de agradecer porque hubo pocos desmanes podamos ir tranquilamente a la cancha con nuestros hijos porque no hay violencia. Seguramente ese será el mismo momento que quien dirija los partidos sea un árbitro realmente idóneo en la materia, a diferencia de Brazenas que cobró un gol con el arquero Monzón tendido por la patada descalificadora de Larrivey, que le tuvieron que recordar que Moralez tenía amarilla porque sino seguía en la cancha y que dejó pasar un planchazo descalificador que Arano le propinó a Cubero. Al igual de toda la inercia de los responsables de la seguridad del estadio que continúan permitiendo la invasión de campo y hasta una señora mayor que apareció al lado de los bancos de suplentes. Todo frente a los ojos de un país que presenciaba la tan ansiada final.
Una triste costumbre que eclipsa un fútbol plagado de talentos y empaña un desenlace que merecía ser una fiesta, pero paradójicamente todos nos conformamos y aplaudimos este circo patético producto del folclore del fútbol argentino. Ante esta realidad tomo el ejemplo de los responsables y me voy a lavar las manos, pero personalmente lo voy a hacer para combatir la Gripe A.
Pero, el show debe continuar, felicitaciones al campeón: Velez Sarfield.

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